Fue en una noche a finales de verano. La temperatura era todavía agradable y el cielo se mostraba completamente despejado dejando desnudo su brillante relieve estrellado. Cuando se apagaron las luces, el público cesó sus animadas charlas y el silencio se adueñó de todo el recinto. Prácticamente todo el aforo estaba completo y apenas se observaban algunas localidades vacías diseminadas por algunas filas.

Comenzó el concierto y la música lo inundó todo con sus mágicas notas. Guitarras, violines y chelos acariciaban los cinco sentidos de un público hipnotizado, que escuchaba extasiado aquella orgía musical de notas y acordes.

Pero entre los cientos de personas que aquella noche gozaban de aquel concierto, solo dos, que nunca se habían conocido, la sentían introduciéndose lentamente en su corazón. Él, sentado en tercera fila a la derecha, era la primera vez que escuchaba aquella música en directo y todavía no salía de su asombro ante el impacto emocional que le estaba produciendo. Completamente paralizado, incluso intentaba ralentizar el sonido de su respiración para que no contaminara aquellas bellas notas de contrabajos y flautas dulces, que viajaban nítidas y temblorosas hasta sus oídos.

Ella, sentada en la zona central, totalmente absorta del resto del mundo, se estremecía de puro placer al sentir como se erizaba su piel al paso de las notas del chelo, que lanzadas desde las cuerdas, impactaban en su piel como gotas de lluvia.

En ciertos momentos, y sin saber porqué, las melodías les obligaban contra su voluntad a cambiar de asiento. Y así, el operador de sonido que se hallaba en el altillo de la parte trasera del recinto, pudo observar como cada cierto tiempo, dos personas entre el público alejadas una de la otra, se levantaban y se volvían a sentar al unísono en diferentes lugares.

Llegó la última canción, la más dulce y bonita de todas. Jamás sonaron mejor los instrumentos, jamás se enredaron sus sonidos de forma más conjuntada y mágica. Al terminar la última nota, todo el público se levantó rompiendo en aplausos interminables.

Todo el público menos dos.

Ella, apoyando la cabeza en su pecho.

Él, abrazándola tiernamente.

Los dos, para siempre en un mundo diferente.


Sinuhé (Reeditions)