Un pequeño punto azul y brillante aparece de pronto ante la inmensidad oscura que se extiende ante mí.

Lentamente, el pequeño punto toma proporciones gigantescas y me encuentro estupefacto y maravillado ante lo que contemplan mis ojos. Estoy literalmente flotando en la inmensidad del espacio y bajo mis pies, la tierra me regala su espléndida redondez desplegando solo para mí sus mil tonos de azules y blancos. La verdad, no me importa demasiado saber cómo he llegado aquí y no pienso estropear este mágico momento en elucubraciones disparatadas.

Como en un juego, descubro que cuando me fijo en un punto en concreto del planeta, éste se agranda de forma automática. Sonrío y me dispongo a explorar esos rincones que siempre he querido visitar.

Entre cerrando los ojos, enfoco un punto perdido del lejano desierto arábigo. Acto seguido, la tierra se abalanza sobre mí y de las arenas blancas emerge un pequeño y verde vergel de altas palmeras flanqueado de pequeño riachuelos que forman en el centro un pequeño y cristalino lago. A vista de pájaro, contemplo a decenas de mujeres desnudas que se bañan en las orillas del lago. Sus pieles morenas y sus turgentes pechos brillan al sol bajo miles de pequeñas gotitas que salpican sus esculturales cuerpos como purpurina plateada.

Noto como mi temperatura corporal alcanza temperaturas, probablemente, superiores a las del desierto que rodea el oasis.

Desenfoco mi visión y el planeta azul vuelve a alejarse automáticamente. Ahora me fijo en u pequeño punto blanco al norte de Suecia. En un instantáneo zoom me planto en un lugar montañoso de cumbres nevadas. Una pequeña casa de madera y a pocos metros, unas pequeñas piscinas naturales de aguas humeantes y cálidas, sobre las rocas, un grupo de bellezas nórdicas me muestran sus blancos y estilizados cuerpos, sus cabellos rubios y sus interminables piernas, sudorosas y resbaladizas por el vapor de estas remota sauna natural.

Creo que el corazón se me va a salir del pecho de un momento a otro. Desenfoco de nuevo y minimizo el planeta, cuando me dispongo a enfocar hacia una solitaria isla caribeña, observo por el rabillo del ojo que un objeto pequeño y plateado se dirige hacia mí a toda velocidad. Sin apenas tiempo de reaccionar, el objeto me golpea fuertemente en la cabeza. Durante los escasos segundos en los que siento como mi conciencia se desvanece, veo que la cosa que me ha golpeado es el Sputnik.

De repente despierto sobresaltado y calenturiento en mi cama. ¡Maldita sea! Con tanta basura espacial ya no puede uno ni soñar tranquilo. Mientras me preparo el café de la mañana pienso que quizás debería de pasar menos horas jugando con el google earth.

Sinuhé