Dejo que la helada lluvia horade mis huesos, sé que es una gilipollez a estas alturas, pero quizás sea el comienzo de mi penitencia por no haber hecho más por mi hermano. Dios sabe que lo intenté con todas mis fuerzas hasta que un día, mi impotencia y su desgana chocaron de frente y acabemos partiéndonos la cara, eso acabó por alejar nuestros caminos. Fui un idiota por ello y será algo que tendré que acarrear el resto de mi vida.
Cuando Mónica recayó, lo hizo de un modo más fuerte y despiadado que al principio, parecía no recordar absolutamente nada de aquel paréntesis en el que había conseguido volver a renacer como ser humano. A Andrés esto le sumió en una fuerte depresión, pero no tiró la toalla. El pensaba que si lo había conseguido una vez, lo volvería a conseguir de nuevo. Pero los días pasaron y, con estos, sus fuerzas y sus esperanzas.
Una noche, preso de la desesperación, decidió apurar su último cartucho e intentó averiguar lo que ella experimentaba con aquello. El había agotado ya todos sus recursos y solo quería encontrar un nuevo camino de salida, algo donde aferrarse, una última oportunidad para salvarla. Quería conocerla desde dentro, saber lo que ella sentía, saber en primera persona que era aquello que tan fuerte la ataba y la alejaba de él a cada instante.

Al amanecer se despertó aturdido, y aturdido continuó el resto de sus días.

A partir de ese día su tiempo corrió como la pólvora y su realidad se esfumó como el humo de un pitillo. Se evaporó su trabajo, su casa, sus amistades…
Andrés y Mónica volvían a pasear juntos, pero esta vez no había parques, ni playas, ni bancos con enamorados. Ahora sus escenarios eran los podridos descampados y las casuchas abandonadas en las afueras.
Desde entonces, lo que os cuento solo son conclusiones mías por qué ya nada supe de él hasta hace unas horas. Sé que Mónica apareció una mañana tirada como un saco vacío en la boca de una estación de metro, es esto hace un par de meses. Yo me enteré por el boca a boca del barrio un par de semanas después y durante muchos días anduve buscando a mi hermano de nuevo, pensando que quizás era el mejor momento para volver a tenderle mi mano, pero parecía como si la tierra se lo hubiese tragado, nadie sabía de él, nadie lo había vuelto a ver desde el día en que murió Mónica.
Cuando la policía vino esta tarde a comunicarme el fallecimiento de Andrés, me dijo que lo habían encontrado en la bañera de un cuartucho, en una pensión de mala muerte y que se había cortado las venas.
Miro mi reloj, son las 05:08 de la madrugada, pienso que ya es hora de volver a casa, continua lloviendo sin parar y me siento en una parada de bus a esperar que pase algún taxi por la desértica avenida. Muy a lo lejos veo una lucecita verde, prendo mi último cigarrillo, estrujo el paquete y lo lanzo a un rincón donde, ahora me doy cuenta, hay alguien acurrucado bajo unos cartones. Me acerco y me agacho junto a él y durante unos segundos observo aquel bulto con detenimiento. Mi mano se arrima lentamente, pero en último momento se alza para detener al taxi que ya se aproxima, subo y no miro hacia atrás.
Mientras el taxi recorre en silencio las entrañas de la ciudad me pregunto si soy mejor que mi hermano.


FIN


Nota: Al día siguiente acudo a formalizar los últimos trámites y me dan las pocas pertenencias de Andrés. En su cartera, en un papel arrugado, encuentro esta pequeña nota:

-Sergio, solo quiero que sepas que al final no me venció el caballo. Tu hermano fue más fuerte que él y desde hace dos meses no trota por mis venas. Ha sido duro y hoy creo que encuentro mi primer momento de lucidez y… la lucidez, hermano, es lo que me hace recordarla de nuevo.

No sé si os lo dije, me llamo Sergio y Andrés era mi hermano gemelo. Jamás me metí un pico pero si miráis mis brazos podréis observar cientos de marcas.


Sinuhé