QUE LE PONGAN MI NOMBRE A TUS LABIOS


En el kilómetro tres de tus piernas

hice alto en mi camino.

Y subiendo por la vereda

que recorre el monte divino,

absorbí tus fragancias frescas

y me embriague con tu dulce vino.


Por el peso de la mochila, tenía mi cuerpo roto

y me tumbé un ratito a descansar.

A la sombra de tus caderas,

mi energía volvió a brotar,

y por las sendas de tu vientre

proseguí alegre mi caminar.


Maravillado contemplé tu ombligo,

pero ya anochecía y a mi pesar,

solo unos instantes pude gozar

del rojo atardecer del sol, dorando tu rubio trigo.


Al amparo de tus dulces pechos

hice noche a descansar,

y bajo millones de estrellas,

soñé que tu cumbre podría coronar.


Con el frescor del alba reanudé de nuevo mi andar.

Trepé hasta tus pezones…


(¿Sabías que desde allí se ve el mar?)


Y salvando los desniveles

a tus mejillas conseguí llegar.


Exhausto por el esfuerzo

pero henchido de felicidad,

ya había alcanzado mi meta…

ya tus labios pude besar.


Y allá, en la alta cumbre que jamás nadie pudo alcanzar,

más alta que el mar de nubes,

más bella que ningún lugar…

Me bebí tus horizontes

comprendiendo lo que era amar.

***

y allí me encontraron muerto

unas semanas atrás…


porque yo descubrí tus labios

y de ellos

me negué a bajar.


Sinuhé