(Reeditions)

Escupitajo, gargajo, gapo, salivajo, pollo…. Decenas de nombres ha creado el castellano para denominar a esta denostada pero a la vez necesaria acción fisiológica.
Desde que el hombre es hombre, el salivazo nos ha acompañado en nuestra historia, y absolutamente todos los seres humanos que existen y o han existido antes que nosotros, han hecho uso de este por lo menos una vez en su vida. Ya en las sagradas escrituras, un tremendo escupitajo, acompañado de un rotundo garrotazo en el suelo, sirvió de preámbulo a la famosa frase de Moisés “Aguas, separáos”.
Hasta hace pocos años el escupir no estaba mal visto. En cualquier local de reuniones sociales, las escupideras eran objeto común de la decoración.
Curiosamente, si el Neardenthal hubiese evolucionado en lugar del cromagnon, no existiría esta palabra de castellano, porque según explican los científicos; la forma de su mandíbula y la colocación de su lengua en la cavidad bucal, les habría hecho imposible lanzar pollos. Esto me lleva a la conclusión de que con toda seguridad, los Neardenthales murieron todos ahogados en sus propias secreciones.
Hoy por hoy, en reuniones masculinas se sigue escupiendo sin tapujos como lo hacían nuestros ancestros. No pasa lo mismo en el sexo femenino, en el que escupir se califica como guarrada u ordinariez. Salvo en ocasiones en las que el escupidor sea un guapo futbolista o un Clint Eastwood, arquetipo del tipo duro.
He de pensar que las féminas también escupen en privado, aunque todavía no he encontrado a ninguna que lo reconozca.
En el caso de los deportistas, a parte de poseer un potencial escupidor sobrenatural, parece que también encuentran cierto placer en revolcarse continuamente sobre estos. Véase cualquier partido de fútbol. También ciertos animales como las llamas o los camellos, poseen la capacidad de escupir, posiblemente retazos del reparto genético en la sopa primigenia.
En mis reflexiones sobre este tema, se me ocurrió que si en los hogares de jubilados y en los campos de fútbol el estado montase unas buenas canalizaciones hasta los embalses. No padeceríamos los problemas de falta de agua, motivo de discusión entre regiones en los últimos tiempos.
En fin, toda esta parrafada la escribo porque hace unos días, una compañera de trabajo me llamo “COCHINO” , tras verme echar un escupitajo. Pese a que no fue el mío uno de esos escupitajos repulsivos y de baja estopa, si no más bien de los que se tiran con clase, entre los dientes con empuje sutil de lengua…¡Fssttt!.
Y hete aquí mi queja.
Señoras, ¡Por Dios! ¡¡Déjennos escupir tranquilos y hagan ustedes lo mismo, arránquense los sujetadores y escupan al viento!!!!(a favor, recomendablemente).
Que si los humanos sobrevivimos, es gracias al bendito pollo mañanero.


Sinuhé G.

Nota: Se que lo de los sujetadores no tiene nada que ver con el tema. Pero por mí que no quede la reivindicación.