El plan (Reeditions)

Las primeras gotas de la tormenta comienzan a mojar mi rostro y con ellas acuden también las primeras letras de esta última despedida que te brindo. Ultima despedida y primer saludo, todo en una nota escueta en la que intentaré ser breve para que no te aburra mi letra temblorosa y para que sepas por fin lo mucho que te amé.
Te quise desde siempre. Yo fui aquel que te adoró en silencio mientras contemplaba maravillado tus juegos infantiles. Pese a que tú ignorabas mi presencia, te amé mientras eran otras manos las que te acariciaban. Soy el que pasó noches enteras bajo tu ventana con la única ilusión de ver tan solo una vez tu silueta fugaz en las sombras. Soy aquel que lloraba a lo lejos cuando sobre tu cabeza llovía arroz consagrado. Soy aquel que en tus ausencias arrastró sus pies por los lugares donde te gustaba pasear, olisqueando el aire como un perro para intentar captar alguna brizna rezagada de tu aroma. Soy el que dejó de vivir un día con la única esperanza de renacer de nuevo entre tus labios. Soy aquel al que jamás conociste por qué no tuvo valor de conocerse a sí mismo. Soy aquel que ya no puede esperarte por que ya no sabe en qué lugar se encuentra… ni en qué momento.
Como verás, mi último gesto en esta vida será todo un alarde de enmascarada valentía y para decirte que siempre te amé, moriré de forma llamativa. Hace tiempo que espero este momento, nada puede fallar hoy, porque si algo falla jamás leerás esta nota porque simplemente seré otro cuerpo más encontrado bajo las ruedas de un tren o entre las sucias aguas del río. Y de ese modo, con una muerte vulgar y cobarde, no seré digno de ti ni de tu recuerdo.
La lluvia cae fuertemente y el viento comienza a soplar enfurecido. Lo tengo todo muy calculado, a mi alrededor solo hay tierra yerma y campos de trigo segados. Sentado bajo este viejo roble esperaré a que llegue la tormenta y a que mi esperado rayo termine de partir mi corazón maltrecho y difumine por estas tierras, en mil pedazos, la cobardía que siempre me separó de ti.
Termino la nota, como todas las notas de amor que se escribieron, con un te quiero. La firmo y la guardo con cuidado en su bolsita de plástico, para que no se lleve la lluvia mi única declaración de amor.
La tormenta ya está sobre mí, el sonido de los truenos sosiega mi alma y me llenan de paz. Me tumbo sin prisas con la alegría del deber cumplido. Entre el follaje observo como el viento mece la antena que he colocado en lo más alto del roble a modo de pararrayos. Cierro los ojos para verte por última vez mientras la fría lluvia me fusiona con el barro y las hojas secas. En la primera milésima de segundo, en la que el aire se separa para dejar paso a la electricidad, soy consciente de que ese es mi rayo. Con los párpados temblorosos lo veo nacer entre las negras nubes y recorrer el espacio en mi busca. Zigzaguea veloz en líneas rectas e ilumina con su azulado resplandor todo mi cuerpo.
El roble lo recibe en silencio, la electricidad recorre sus venas y astilla su madera en crujidos sordos. Un zumbido invade el suelo a mi alrededor y mis músculos se tensan hasta partirse. Mi espalda se quiebra mientras percibo dolorosamente el olor a madera y carne quemada. Mis últimas contracciones me dejan con la cabeza girada, mirando directamente la nota con mi declaración de amor. Soy consciente de que me quedan escasos segundos de vida antes de desaparecer para siempre y todavía consigo esbozar una sonrisa. Posiblemente sea el primero en el mundo que se suicidó con un rayo, seguro que mi valentía no se te olvidará jamás. Mientras se oscurece todo a mi alrededor, un pequeño arco voltaico salta de la punta de mis negros dedos y prende en llamas el papel… el plástico comienza a derretirse y por los agujeros que va creando escapan veloces mis palabras como pequeñas chispas en busca de libertad.
***
Soy un estúpido, tanto tiempo planeando esto y al final, se me escapó ese pequeño detalle. Ahora jamás sabrás lo mucho que te quise… lástima no estar vivo para poder decírtelo.



Sinuhé Gorris