Durante la tormenta se esfumó la luz y el barrio quedó a oscuras. En la finca de la esquina María y Luis contemplan los relámpagos ilusionados como niños, desde su ventana. En los pisos de enfrente, Ana y Ricardo dibujan corazones con sus dedos en el cristal empañado. En el séptimo b, Graciela, tumbada en su cama escucha el golpeteo de las gotas en sus persianas. Un poco más cerca, Alba Y José sonríen al ver correr a algún que otro incauto bajo la tormenta.
Graciela, al son de la lluvia, acaricia sus pechos y pequeños arcos voltaicos saltan de la punta de sus dedos hasta sus pezones. Los dibujos de Ana y de Ricardo se van difuminando en los empañados cristales para renacer en sus desnudas pieles, los nuevos trazos, lentamente, van cargando de electricidad estática sus sexos. Luis y María, bajo las sábanas, siguen contemplando los relámpagos, pero ahora, éstos tienen diferentes orígenes y destinos. Alba y José, se aman contra las ventanas y las chispas del rozamiento atraviesan los cristales cayendo hasta las mojada calle, y quemando a algún que otro incauto bajo la tormenta.
Llueve más fuerte, truena más hondo.
Graciela, juega entre sus piernas con su soledad y de su vientre comienzan a escapar rayos eléctricos hacia las desnudas bombillas del techo. Luis, descarga sus relámpagos en María que, en cronometrado doblaje, transforma sus gemidos en retardados truenos. Ricardo y Ana, completan sus cargas voltaicas estallando en azulados besos. Alba y José, arden en llamas y miles de vatios arañan sus almas.
Estallan bombillas, explotan farolas, suenan los timbres y …al unísono, se conectan las músicas.
Cuentan que jamás se vio un barrio tan iluminado.

Sinuhé